Ir al contenido principal

El germen

Un nuevo orden de cosas está sucediendo. Me estoy encontrando con un mundo que me hace latir como si tuviera 16, como si todo estuviera aún por pasar, donde todo aún...se está por escribir.
Me estoy encontrando a mi en este espacio de disidencia y no se si me siento contenida  o tan solo me siento, y asiento.
Porque antes de sentirme, no había nada, y antes de eso estaba, y hasta entonces solo recuerdo que me sentía y además, prometía. 
Y me fui con la promesa y no fui yo, sino aquella que creí, que leí, que escuché. que obedecí,  que debía ser. 
Y ahora que reniego y me regenero, me encuentro y me siento. Me siento y me veo así, degenerada, cuando en los ojos de los otros, mis otros, de mí y de nosotros, me reflejo.
Y solo cuando me siento así, vuelven a mí las palabras y vuelvo a sentir deseo. Y a sentir. Y sentirme. Yo ahora me siento. Y me asiento. Y asiento sobre mí y quien soy, constituida por mi deseo que reencuentro, por primera vez encuentro y me vibra dentro. 
Y es una fantasía inmensa hablar en silencio y habitar en los espacios lejos de ellos, de esos aquellos que no ven lo que yo veo, ni sentir lo que yo puedo. 
Y no quiero que crezcan alrededor de mi, las hiedras de sus reclamos, de sus suspiros y su desconcierto, y se me casque la piel del cuerpo con las palabras con que ahorquen a aquellas que yo diga.
Es el germen que comenzó a seguir creciendo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El burro de la noria

Cuando era pequeña mi abuela usaba recurrentemente una expresión que hasta grande no terminé de comprender: el burro de la noria. La usaba para referirse a situaciones absurda en la que uno le daba vueltas y vueltas a un asunto, terminando siempre en el mismo punto.  Hay veces que me siento ese burro, jalando de una pesada noria, sin alegría. Otrora esta actividad la emprendía con energía, con alegría, creyendo que asistir a aquel trayecto y empuje acrítico que de mí se esperaba, era suficiente para saber bien ocupado "mi lugar en el mundo", y lejos de recibir azotes, como burro cuando no rinde, recibiría ciertos mimos y viviría en la seguridad de los que nos entibiamos en la vereda del sol. Pero con los años, las piedras en el camino, y ciertas palpitaciones interiores, desacompasaron mi curso por ese camino, y los azotes no se hicieron esperar. Y a cada golpe, un nuevo aturdimiento, y un nuevo azote por la demora que produjera el impacto de aquel primero.  No bast