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Mostrando las entradas de julio, 2018

Miedo

Ser feminista es lo mejor que me pudo haber pasado. El solo paradigma me libera ante mis propios ojos y mecanismos de control, represión y coerción. Me libera de la culpa. Del autorepudio por aquello que no encaja. De prisiones absurdas. De la locura. Pero siento miedo. A medida que comprendo mas cabalmente aquello contra lo que luchamos, mas profunda raíz encuentro a ciertos miedos, casi vicerales. Siento que nos enfrentamos a un peligro inmenso, multimodal, atomizado, estratégico, estrático, que es como Dios panóptico, omnisapiente, omnipotente, omnipresente. Dios es el patriarcado. Vivo amenzada en un mundo, crecí ataca en el. Aún así, este miedo es distinto a aquello que ya conozco. Es un miedo que por primera vez percibo. Quizás siempre estuvo allí, quizás es una certeza que ahora....miro. En este mundo nací perdiendo, en desventaja, tan solo por nacer mujer. En este mundo, todos mis pasos serían mas caros que los de mis pares. En este mundo yo nací violada, forzada, golp

El sapo Pepe

Siempre es difícil explicarle a las personas por qué hay otras que toleran durante tanto tiempo las distintas violencias vinculares, hasta que es demasiado tarde para reaccionar de forma eficaz, y economizar daños. Esta pregunta, forma parte de una batería de preguntas cuyas posibles respuestas y sus reformulaciones didácticas, se debaten permanentemente en mi mente, en segundo plano. Forma parte de un diálogo casi autónomo, que solo interactúa con el entorno para alimentarse y dotarse de más elementos, y más discusiones. Nunca para vaciarse. En un determinado momento, desde ese segundo plano encontré la respuesta a una de esas preguntas, enmascarada de una fábula hermosa por sencilla y asequible, que explica sin mayores rodeos estas dinámicas:  "Si echamos una   rana  en una olla con agua hirviendo (a veces dicen agua muy caliente), esta salta inmediatamente hacia fuera y consigue escapar. En cambio si ponemos una olla con agua fría (a veces dicen temperatura amb

El burro de la noria

Cuando era pequeña mi abuela usaba recurrentemente una expresión que hasta grande no terminé de comprender: el burro de la noria. La usaba para referirse a situaciones absurda en la que uno le daba vueltas y vueltas a un asunto, terminando siempre en el mismo punto.  Hay veces que me siento ese burro, jalando de una pesada noria, sin alegría. Otrora esta actividad la emprendía con energía, con alegría, creyendo que asistir a aquel trayecto y empuje acrítico que de mí se esperaba, era suficiente para saber bien ocupado "mi lugar en el mundo", y lejos de recibir azotes, como burro cuando no rinde, recibiría ciertos mimos y viviría en la seguridad de los que nos entibiamos en la vereda del sol. Pero con los años, las piedras en el camino, y ciertas palpitaciones interiores, desacompasaron mi curso por ese camino, y los azotes no se hicieron esperar. Y a cada golpe, un nuevo aturdimiento, y un nuevo azote por la demora que produjera el impacto de aquel primero.  No bast

El germen

Un nuevo orden de cosas está sucediendo. Me estoy encontrando con un mundo que me hace latir como si tuviera 16, como si todo estuviera aún por pasar, donde todo aún...se está por escribir. Me estoy encontrando a mi en este espacio de disidencia y no se si me siento contenida  o tan solo me siento, y asiento. Porque antes de sentirme, no había nada, y antes de eso estaba, y hasta entonces solo recuerdo que me sentía y además, prometía.  Y me fui con la promesa y no fui yo, sino aquella que creí, que leí, que escuché. que obedecí,  que debía ser.  Y ahora que reniego y me regenero, me encuentro y me siento. Me siento y me veo así, degenerada, cuando en los ojos de los otros, mis otros, de mí y de nosotros, me reflejo. Y solo cuando me siento así, vuelven a mí las palabras y vuelvo a sentir deseo. Y a sentir. Y sentirme. Yo ahora me siento. Y me asiento. Y asiento sobre mí y quien soy, constituida por mi deseo que reencuentro, por primera vez encuentro y me vibra dentro.  Y