Ir al contenido principal

Nacer en cautiverio




" –¿Te has vuelto loco, Víctor? –le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes de su jaula. –¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme consultado? ¡El rey de los animales soy yo!
La risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche:
–Ja. El rey de los animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras anchas selvas... 
–¿De qué te quejas, Víctor? –interrumpió un osito, gritando desde su encierro–. ¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida? 
–Tú has nacido bajo la lona del circo... –le contestó Víctor dulcemente–. La esposa del domador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad... "

UN ELEFANTE OCUPA MUCHO ESPACIO - ELSA BORNEMANN (1975) 




Mientras pensaba como poner en palabras esta experiencia y este impulso de contarla. Pensaba en nosotros.

El sacudía la mesa amasando lo que acaba de aprender a hacer: pan. Lo hacía porque tenía que practicar, pero también lo hacía porque sabe que amo comer cosas hechas con las manos, horneadas en casa. Esas cosas que solo podemos encontrar cuando volvemos acá. Será porque siento que son producto del amor. O al menos, una de sus manifestaciones menos peligrosas.



Mientras nos miraba, lo vi a el en su jaula, entre sus muros de cementos esmeradamente revocados por generaciones y generaciones de una tradición que a ello nos les duele y a nosotras, como a la mismísima Sirenita, nos quita la voz...y las piernas.



Lo vi en su mundo que no mucho lo perturba, y del que apenas si puede tantear los barrotes, sin ser eso suficiente para sentirse preso, oprimido... sin incitar en el el hambre de libertad, de una vida más justa, en un mundo más justo.



Y también me vi a mi, con esa pata redonda de elefante oprimiéndome algunos días más y algunos días menos en el medio del pecho, pero siempre ahí, presente, deteniendo los impulso justo de donde nacen en marejada. Inhibiendo la rebeldía.  Me vi a mi misma, preguntándome si lo peor ya pasó, o comenzará en cuanto empiece a cambiar lo que me perjudica de mi propio mundo. Me vi a mi misma mirándolo a el, con la desesperación con la que se suplica que a uno lo liberen. Lo reconozco como el brazo material con el que este sistema me captó y me sometió. Lo siento apretándome las muñecas desde aquella vez, como si jamás me las hubiera soltado. Y cuando en verdad las suelta, yo permanezco allí, con las manos alzadas, con el gesto de arresto presente, inmóvil.



Es ahí cuando tomo conciencia de haber nacido en cautiverio.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El burro de la noria

Cuando era pequeña mi abuela usaba recurrentemente una expresión que hasta grande no terminé de comprender: el burro de la noria. La usaba para referirse a situaciones absurda en la que uno le daba vueltas y vueltas a un asunto, terminando siempre en el mismo punto.  Hay veces que me siento ese burro, jalando de una pesada noria, sin alegría. Otrora esta actividad la emprendía con energía, con alegría, creyendo que asistir a aquel trayecto y empuje acrítico que de mí se esperaba, era suficiente para saber bien ocupado "mi lugar en el mundo", y lejos de recibir azotes, como burro cuando no rinde, recibiría ciertos mimos y viviría en la seguridad de los que nos entibiamos en la vereda del sol. Pero con los años, las piedras en el camino, y ciertas palpitaciones interiores, desacompasaron mi curso por ese camino, y los azotes no se hicieron esperar. Y a cada golpe, un nuevo aturdimiento, y un nuevo azote por la demora que produjera el impacto de aquel primero.  No bast